lunes, 18 de agosto de 2014

Talasocracia: Los minoicos dominan el mar


Creta mantuvo estrechos contactos con su entorno, pero no podemos hablar en sentido estricto de un imperio colonial. ¿Hasta qué punto esta amplia red de contactos comerciales revela la existencia de una poderosa armada capaz de someter a tributo a las ciudades del Egeo? ¿Impusieron los minoicos estas relaciones mediante el uso de la fuerza? A la hora de confirmar la capacidad naval de los cretenses nos encontramos con un gran problema: no se han encontrado vestigios reconocibles de embarcaciones minoicas en el fondo del mar, aunque nos podemos hacer una idea aproximada de cómo eran dichas embarcaciones gracias a las representaciones que se han conservado en tumbas y santuarios, en dibujos inscritos en sellos y anillos de la época, y en representaciones pictóricas, como por ejemplo, el famoso fresco de La Flotilla encontrado en la isla de Tera. La respuesta a esta cuestión está en la interpretación que se dé a este fresco, fechado hacia el año 1600 a. C. ¿Se trata de barcos de guerra durante una expedición militar? ¿Se trata del ataque por mar de algún emplazamiento costero africano, como indica la presencia de determinados animales (leopardos y leones) y los rasgos físicos de algunos de los personajes, por parte de una armada cretense, o, por lo contrario, de la defensa de un enclave minoico del mar Egeo ante el asalto de agresores extranjeros? Durante los últimos años ha prevalecido la interpretación militar del fresco La Flotilla , pero ha comenzado a ganar terreno la hipótesis según la cual esta obra refleja una procesión náutica de carácter festivo y que los hombres armados que se observan en ella no son sino una suerte de guardia de honor, lo que vendría también a destacar el prestigio de la flota cretense.

El predominio marino que los cretenses acreditaron en el curso de los siglos presupone, sin lugar a dudas, tanto la autoridad de una poderosa flota de naves como la solvencia administrativa de unos centros palaciales de poder. Su período de máximo esplendor se concentra entre la etapa de la construcción de los nuevos palacios de Cnossos, Festos o Malia, y su misteriosa destrucción, paradójicamente producida por el mar.
El último enigma histórico a cerca de la civilización minoica es el de su final. Los restos arqueológicos muestran que a mediados del siglo XV a. C. eran los micénicos, y no los cretenses, quienes ocupaban los palacios de la isla. El sistema económico de los centros de poder parecía haber sufrido un colapso total, y las riendas del gobierno pasaron a mano de los micénicos, que comenzaban a tomar fuerza en la Grecia continental.

Fue Spyridon Marinatos, discípulo de Evans, quien formuló la hipótesis de que la súbita desaparición de la civilización minoica se había debido a una catástrofe natural violenta inimaginable, y no a la invasión de los micénicos, como se había creído hasta entonces. En el año 1939, tras observar el suelo de Creta, Marinatos manifestó que el foco devastador de la civilización minoica se encontraba en la isla de Tera, a 120 km de la costa de Creta. Según los estudios arqueológicos, la súbita desaparición de la sociedad cretense se debió a que, hacia el año 1500 a. C., el volcán de la isla de Tera entró en erupción, quedando fragmentada en tres partes y originando un potente tsunami que provocó la destrucción de la flota cretense y el colapso del sistema de administración palacial minoico. Puertos como los de Katsamba, Amnisos, Malia, Festos o Cnossos quedaron totalmente destruidos y, en consecuencia, su producción y economía quedaron paralizadas.

En consecuencia de la destrucción del sistema cretense los micénicos se aprovecharon de esta situación de debilidad para tomar posesión del lugar. De este modo, hacia el año 1450 a. C., los micénicos, guiados por su belicosidad y aprovechando el amplio conocimiento que tenían sobre Creta y sus defensas, conquistaron la isla y, tras saquear sus ciudades y palacios, se apoderaron de Cnossos y otros centros de poder, colocando al mando a sus propios príncipes. Fueron ellos quienes desde ese momento hasta el final de la Edad del Bronce marcaron el paso en el ámbito del Mediterráneo oriental.

Laura Lastra

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